Para ser iguales en derechos y libres de toda opresión

Mi?rcoles, 20 de enero de 2010



Como producto brutal de avasallamiento, desde la colonia hasta fines del siglo XX, los indígenas se han encontrado en la marginación de todo sistema de poder del Estado, ya sea por su lengua, por el color de su piel, por sus interferencias fonéticas en el habla del castellano y otras cuantas razones se generan en el imaginario del que cree que tiene la razón; empero, en la actualidad, esas mismas formas de marginalidad han dado forma y fuerza a la eclosión del nuevo indígena como ente capaz de generar cambios en el territorio patrio y en la región sudamericana que, por siglos fueron dueños y ahora están orientados a reconquistar estos espacios para ejercer una verdadera ciudadanía humana, solidaria y con pensamiento propio (epistemología).

En ese sentido, hoy el ser indígena no solamente está sujeto al carácter consanguíneo, sino mas bien el ser indígena, más que una opción solamente cultural, es una opción política, epistémica de lucha por los ideales de la reciprocidad, de justicia, de equidad y de la complementariedad que las sociedades “modernas”, por prejuicio, rechazan o pretenden desconocer pese a que las necesitan para mantenerse en el poder.

Entonces, hoy es más imperiosa la necesidad de restaurar y tomar acciones conjuntas como pueblo, buscando una reivindicación colectiva en estricto orden de territorialidad y territorio de confederación por nacionalidades. En esta dimensión, confluye lo indígena con lo humano (solidario) y lo humano significa en quechua runa. De aquí que al indígena en las poblaciones locales siempre se les llamó y se les llama runa de manera casi inconsciente o muchas veces pensando degradarlos. Decir runa en los andes equivale a decir “este hombre es solidario, respetuoso y justo, un hombre a carta cabal”.

Hoy renacen nuevas formas de ver la realidad y nuevas aspiraciones desde la visión indígena-runa, como el de participar activamente en la vida política del país; es decir, conquistar el “poder” para ejercer el derecho a “equivocarse” o “acertar” en la construcción e implementación de los procesos sociales teniendo como fundamento direccional la diversidad cultural y armónica al ritmo de los cambios del siglo XXI.

Eso implica, necesariamente concursar en las elecciones locales, regionales y nacionales con miras a lograr una unidad latinoamericana auténtica con raíces y patrones epistémicos de ética y valores originarios; así como convivieron en el pasado nacionalidades distintas (culturas) o pueblos unidos históricamente sin demarcaciones geográficas ni criterios de propiedad particular; como el que nació ulteriormente en las comunidades, con la acumulación de la riqueza a nivel de persona y el criterio economicista y la ambición individual.

Por ello, es importante pensar en voz alta, o retomamos las formas epistémicas, organizativas, administrativas y económicas comunitarias indígenas o seguimos por el camino de la individualización, el egoísmo y el avasallamiento al “prójimo y a la pachamama”. Esperamos que no sea tan tarde cuando queramos reestructurar nuestra vida misma cuando todo este ya consumado y el mundo entero quiera reconstituir redescubriendo la vida comunitaria como una alternativa imperiosa de sostenibilidad de vida humana de acuerdo a las formas de convivencia e interrelación indígena aun existentes hoy.

El mundo indígena, principalmente en su diario accionar, se dinamiza en si mismo y en su propio contexto cultural con el:

Allin yachay = saber y conocer bien.

Allin ruway = trabajar bien o hacer bien las cosas de la vida y en la vida,  y el

Allin munay = querer bien con apego y querer lo que uno hace y lo que le rodea.

Estas tres condiciones de la vida del runa, generan como resultado el “Allin kawsay”(1) o “Allin pacharuna kawsayninpi kananpaq”(2). En esta perspectiva no hay pueblos indígenas que se conduzcan al margen de estos tres principios. Por esto, una persona siempre tendrá que practicar las tres dimensiones para andar en equilibrio(ver fig.1), para ser una persona completa y ejemplo de los demás.

En caso contrario será un anodino, nada útil para la vida comunitaria. En este mismo itinerario, la vida también se conjuga con la concepción de la ciclicidad del tiempo (ver fig. 2), en la que todo se renueva o se regenera; por lo tanto, el indígena vive siempre el pasado y el futuro centrado en el presente; para el indígena no hay pasado separado ni futuro idealizado, sino en el presente se conjugan estas dimensiones del tiempo y el espacio continuo. El pasado a la vez es futuro y el futuro es a la vez pasado; de manera que siempre se anda en el centro de las polaridades, es decir, en el equilibrio entre la razón y el sentimiento.

De ahí que es usual escuchar en el ande “chaninnimpi rimay”(3) . El tiempo (pacha), en la visión del indígena regresa, se puede recuperar, adelantar=tutapay, retrazar=inti watay, a diferencia del occidente moderno en que el tiempo es lineal: lo pasado, pasado es, y el futuro es algo que recién vendrá, solo existe en el imaginario.

Pacha_runa

Figura 1

Otro aspecto es la vitalidad del mundo que le rodea, en la que la misma palabra tiene vida, sentimiento, sabiduría y que se interrelaciona con el mundo de la naturaleza y de los animales, la pachamama y los espíritus, hay un constante diálogo, interdependencia permanente y consulta para las decisiones a tomar; y, por otro lado es el respeto recíproco que se tiene en la acción misma del trabajo, donde la pachamama y todo cuanto existe sobre ella se comunica afectuosamente entre sí. Es decir, hay una alta sensitividad en la vida misma de quienes interactúan en nuestro cosmos, por ende el panteísmo (4) es una de las bases de la convivencia entre dioses.

El trabajo es alegría, regocijo; sin trabajo el indígena se deprime, pierde noción de tiempo y espacio, a diferencia de quienes conciben el trabajo como castigo como se describe en el mundo religioso del catolicismo: “comerás el pan con el sudor de tu frente”, en la que el trabajo tiene origen de sentencia.

Asimismo, es importante discernir si la sociedad indígena es machista: no se podría afirmar ni negar, pero si puedo decir que en las veces que se tienen que tomar decisiones siempre es la mujer la que toma decisión, especialmente en las comunidades que menos contacto tuvieron con las haciendas.

Concepcion_tiempo
Figura 2

Estas y otras formas de vida particular han hecho la posibilidad de que los pueblos indígenas en el país, tomen notoriedad y protagonismo en el contexto social, no sólo local, sino fundamentalmente, en la globalidad. Sin embargo, aún no venimos apropiándonos de nuestra propia consciencia histórica ni de los instrumentos legales para hacer respetar y conquistar nuestros derechos; el que se tiene, desde la Constitución Política del Estado, convenios internacionales (Convenio OIT 169) y hasta las distintas normas más específicas que aún son expresiones líricas, como el respeto a la identidad étnica y cultural de los Pueblos Indígenas, Comunidades Campesinas y Nativas” especificados en:

a) El derecho a decidir sobre su propio desarrollo.

b) El respeto a su forma de organización.

c) El derecho a ser escuchados y consultados en forma previa a toda acción o medida que se adopte y que pueda afectarles.

d) El derecho a participar en la formulación, diseño, ejecución, monitoreo y evaluación de los planes, programas y proyectos de desarrollo nacional, regional o local que pueda afectarles.

e) El derecho a no ser discriminado por razones de índole étnico-cultural.

f) El derecho a expresarse en su propia lengua.

g) El respeto de su pertenencia a un determinado grupo étnico.

h) El respeto a sus estilos de vida.

i) El respeto a sus costumbres, tradiciones y cosmovisión.

j) El derecho al reconocimiento, revaloración y respeto a sus conocimientos tradicionales y prácticas ancestrales.

k) El respeto a sus bienes, trabajo y ambiente en que viven.

l) El derecho a que se reconozca y valore las actividades económicas que son relevantes para el mantenimiento de su cultura.

m) El respeto a las tierras que comparten en comunidad.

n) El respeto a sus formas tradicionales de resolución de conflictos, siempre que no vulneren los derechos humanos enunciados por los instrumentos jurídicos internacionales.

o) El derecho a que se respete su condición de aislamiento voluntario, en los casos que así proceda.

Según del Dr. Rodrigo Montoya en el Perú en el año de 2006, “cinco millones de las peruanas y peruanos hablamos quechua; setecientas mil, aymara; cuatrocientas mil, cuarenta y dos lenguas amazónicas; cerca de 19 millones hablamos castellano; y alrededor de noventa mil las cinco grandes lenguas de las colonias extranjeras (chino, italiano, japonés, judío y árabe). Cincuenta lenguas constituyen nuestra diversidad y riqueza lingüística”.

La población del Perú, estimada en más de 28 millones de habitantes, cuenta con un promedio de 6  millones 791,832 indígenas según el censo nacional del año 2007, en su mayoría quechuas y aimaras asentados en la región andina. Si a esto sumaríamos los que viven en las ciudades que, por prejuicios culturales, prefieren llamarse cholos o de otro modo, bordean fácilmente los 20 millones de indígenas más o menos.

Además, en mi concepto, el término indígena ya no tiene que ver con la cuestión consanguínea ni ubicación geográfica sino, fundamentalmente como una “opción política o de identidad” que da personalidad al individuo; es decir, hay muchos indígenas, que a pesar de serlos prefieren negarlo y otros, sin serlos, se sienten más indígenas que el propio indígena.

En resumen, lo indígena en estos tiempos tiene que ver con la asunción y defensa de una determinada cultura originaria, identificarse con sus aspiraciones, con sus sueños y con sus propias debilidades y potencialidades culturales; en suma, vivir en el marco de la reciprocidad, la armoniosidad y la complementariedad.

En la Amazonía, con una extensión de 62 por ciento del territorio nacional, existen 42 grupos etnolingüísticos que presentan características culturales, económicas, filosóficas y políticas distintas a otros sectores de la población nacional. Esta forma de vida hace diferentes de los demás respecto a territorio, relaciones sociales, relaciones económicas y el orden jurídico nacional; como tal se vive en una constante de invisibilizaciones, donde el Estado peruano se concibe como uniforme, inalterable e inmutable frente a otras realidades culturales.

Esta forma de homogeneizar se repite en cada instancia y espacio imaginario de civilización y pensamiento colonial. Necesitamos sacudirnos de estos bretes internos, para liberarnos en pensamiento y acción. Pareciera que las secuelas de la colonización han quedado impregnadas mas en la mente que en la sangre.

Por otra parte, desde los procesos de demarcación territorial, fundamentalmente, desde los inicios de la República hasta los últimos años, se han venido dando los procesos de titulación de tierras a más de 7600 comunidades campesinas/indígenas reconocidas, aun quedando distintos pueblos indígenas sin ser titulados. Esta realidad implica entonces dar nuevos giros en las formas de concepción de los paradigmas sociales de equidad, oportunidad y de justicia; pero lamentablemente, no es otra cosa sino el de incorporarlos al sistema de modus vivendi de la modernidad según la filosofía vigente de urbanidad, desestructurando siglos de formas de vida armoniosa, en la que hoy los indígenas están entrando a ese proceso sin otras posibilidades de vida encaminados por el principio monetario y la propiedad privada (economicista) como única alternativa.

En las últimas décadas, son comunes los problemas familiares y comunales por linderos o demarcaciones territoriales, de las que se generan juicios de 30, 50 años que no terminan y que van quedando incluso como herencias para los hijos; en esta lógica es difícil construir solidaridad y respeto.

Sin embargo, si nos ponemos a reflexionar y a repensar nuestro futuro, aún podemos recuperar, por lo menos, el principio de la reciprocidad y la complementariedad entre las distintas realidades y concepciones existentes en nuestro país. Por ello, la existencia de estos pueblos y familias lingüísticas a lo largo y ancho de nuestro territorio es de riqueza incalculable por ser las enciclopedias vivientes del conocimiento humano. En nuestro país, hasta el momento, se han reconocido 43 lenguas, de las cuales 40 corresponden a la Amazonía, 2 se hablan en los Andes junto al castellano; todas estas lenguas están clasificadas en 19 familias lingüísticas, como se puede visualizar en el siguiente cuadro:

 

Información completa en servindi



Publicado por dantevq @ 18:26
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